viernes, 24 de abril de 2015

Cosas cojas y otros desastres.







Al horizonte le huelen los pies y el aliento a tabaco.
Se ve a la nada bailando en mi plato y los apuntes negros de la inexistencia que deseo. No me encierran las paredes, lo hago yo.

Impotente y mas rota que navío, no hay escalas entre las olas y el calor del mar me nombra en voces antiguas de sirenas. El pulso lento y sin embargo, la inquietud me define y me asquea.
Loa agujeros del destierro, la lucha que no para y ahora además tengo un carnet nuevo que me servirá de broma, para no pensar en lo triste que resulta un tanto por ciento.

Y mira por dónde de tu boca sólo quedan tres minutos de impaciencia y un beso robado a la chica tímida. La necedad de mi escaso presupuesto, ya no me llega para agujas y el hilo se lo comieron las ratas. Ando descosida .

Las ciudades sólo son los ojos que amé y no sé si es desarraigo o falta de fe, pero nunca aspiro a quedarme, porque siempre espero un viaje, porque para mi estar quieta, equivale a una muerte lenta.
Tengo espíritu de vagabundo, de carretera...no sé muy bien que historia podre contar sobre mi. Si la triste verdad o todo lo que quise ser y jamás conseguí.

La derrota se parece mucho a envejecer, no te mata una, te acaban de joder, todas esas pequeñas miserias que al final se comen el brillo en la piel y apagan los ojos. En las fotos no queda nada de ti y sólo eres la mueca que te tuerce la cara. Supongo que perder siempre es como la erosión, tarda mucho, pero al final te derruye, lagrimas que queman y desgastan.

Y la luz de esta mañana fría de abril, la insistente tos que  ha tomado mi pecho y lo mucho que hablo y lo poco que digo. Tampoco se me da bien, demostrar cariño. Mi ineptitud calza más número que yo y me va pisando los talones.

No me gusta explicarme. Sólo me sueltan las drogas y aún así, siempre tengo un yo pequeñito, tocándome los cojones. Mi cerebro me odia, ha tomado la decisión de dejar de hablarme, porque le vuelvo loco y está harto. O soy yo la que estoy harta y a veces me gusta tentar a la suerte, a la muerte y a la puta sensación de miedo constante.

Y vuelvo a fumar y a cantar con furia...
La espalda arqueada  y los labios jugando a emborronar con carmín este café que no lleva la cuenta.


miércoles, 15 de abril de 2015

Apuntes de nocturnidad.







"Os voy a hablar con la sabiduría que me da el fracaso..." Extremoduro.


Entre la fortuna, la muerte y los lugares que sostienen mis raíces.


Nubes negras que aún  respiran. Abro los ojos y recuerdo inconscientemente las luces de las madrugadas en las que volar era fácil. Nostalgia de tiempos con alma y humo compartido.


Estados de ánimo indefinidos, que gotean un poco, que mastican violencia a contrapelo.


Los días grises del verano que no llega... igual por eso tampoco llego yo.


Deshacerse. Común denominador que pregona mi hastío. Y es que la nada no descansa.
Hacer tratos con la risa es lo que hace a este desierto húmedo. Y menos mal que a veces alguien comprende y respira junto a tu cuello un "Sé de tú dolor" porque a menudo creo vivir al otro lado del espejo, en un teatro improvisado para contestar vaguedades cuando no sé que decir.
Extraña psicópata de las emociones. 
Tan brusca como tierna, tan cueva como mar.


Y aunque llovía, te vi sonreír y las farolas me invitaron a bailar.


Y me sube el color a la boca y mi hoyuelos vuelven a creer.
Y no me importa si dura poco.


Yo, soy yo y mis trozos, mis retales. 
Los lobos solitarios no somos de ninguna parte.
Las partes de mi que no encajan, los pliegues que cierran mal y la puta locura de nunca estar segura ni satisfecha.
La capital de mi cuerpo es mi cerebro, el resto son suburbios.


Sin dormir.
Y son siete las horas que me restan.
Ser de la noche me pega los ojos por la mañana.
Y la ilusión con sus burbujas.
Y yo que no cedo, que me dejo seducir, sorprender por mi inocencia.
No siempre fui gris, ni lloré tanto, aunque se intuía.
Para quebraderos de alma, no haber sido ni ser más lumbre, más luz. No ser noviembre ni velar de tus sonrisas.
Y ahora a cantar hasta que la ronquera me cante a mi.


El camino de vuelta siempre es más largo...


Sólo sol.
Diez mil excusas.
Y tiemblo tirada en el césped. 
Y me hablan y no respondo.
Demasiado atareada con mis habitantes, demasiado loca como para que me importe.
Ya pueden empezar a comerme las hormigas, no voy a moverme.


Puede ser que de fragilidad también se muera.
O que sea la fragilidad lo que nos mata.
Y mientras tanto, vuelvo a extender la mano. 
Vuelvo a encender otro cigarro...
que de nicotina no se muere, amor...
que es un invento del aire y del capitalismo.
Soñar con Lenin en la plaza roja
y besar a Guevara en la boca...
Que de revolución también hablan los polvos.
Que de orgasmos también se muere, corazón.


Las playas infinitas, los lugares que me duelen cuando estoy lejos.
El mar se queda con mis ojos cada vez que lo miro.


Darle la espalda al mundo, olvidar todos los salmos, las jaquecas de la mano torpe en la entrepierna...
No sé nada de vivir, sólo mastico los trozos de una nube y sabe agria y siempre llueve.
Muertas letanías del sexo, anuncios clasificados y tener que bajar a por mas vodka a las tres de la mañana porque me muero de sed.
Cambiar esta cansina manía de darme demasiado, por una patada en el culo a todas las pretensiones.
No me nombréis más en vuestros debates sobre la pertenencia de la piel o las acciones nulas que bebéis para anestesiar vuestra falta de hambre.
Pienso abrir la boca lo justo para despreciaros, voy a masturbarme salvajemente mientras suena el rey Cash y Hurt es mi grito de placer consumado.


Hambre de humo, de playas oscuras, de la lluvia en la boca y de te quieros huecos que ni siquiera llegan para un mal polvo.
Y la tristeza fumando en esta casa de putas que soy.
No hay como las cuchillas hirviendo en el baño, las costumbres, la escuela de las lagrimas.
Morir de esta acidez en el alma, de esta muerte súbita que se folla a mi suerte desde que vivo.
¿Y qué quieres hacer con tu vida, Sara? Y me río.
Tal vez suscribirme a las filas de los asesinos y juzgar al tiempo como Cioran dice.
Todas las tardes se me va la lumbre de la escalera y pienso en botellas llenas y mi cerebro vacío. Con ser insensible para no hacer una vez más de mi habitación un charco.
Vuelvo a darme asco y me vomito.