Al horizonte le huelen los pies y el aliento a tabaco.
Se ve a la nada bailando en mi plato y los apuntes negros de la inexistencia que deseo. No me encierran las paredes, lo hago yo.
Impotente y mas rota que navío, no hay escalas entre las olas y el calor del mar me nombra en voces antiguas de sirenas. El pulso lento y sin embargo, la inquietud me define y me asquea.
Loa agujeros del destierro, la lucha que no para y ahora además tengo un carnet nuevo que me servirá de broma, para no pensar en lo triste que resulta un tanto por ciento.
Y mira por dónde de tu boca sólo quedan tres minutos de impaciencia y un beso robado a la chica tímida. La necedad de mi escaso presupuesto, ya no me llega para agujas y el hilo se lo comieron las ratas. Ando descosida .
Las ciudades sólo son los ojos que amé y no sé si es desarraigo o falta de fe, pero nunca aspiro a quedarme, porque siempre espero un viaje, porque para mi estar quieta, equivale a una muerte lenta.
Tengo espíritu de vagabundo, de carretera...no sé muy bien que historia podre contar sobre mi. Si la triste verdad o todo lo que quise ser y jamás conseguí.
La derrota se parece mucho a envejecer, no te mata una, te acaban de joder, todas esas pequeñas miserias que al final se comen el brillo en la piel y apagan los ojos. En las fotos no queda nada de ti y sólo eres la mueca que te tuerce la cara. Supongo que perder siempre es como la erosión, tarda mucho, pero al final te derruye, lagrimas que queman y desgastan.
Y la luz de esta mañana fría de abril, la insistente tos que ha tomado mi pecho y lo mucho que hablo y lo poco que digo. Tampoco se me da bien, demostrar cariño. Mi ineptitud calza más número que yo y me va pisando los talones.
No me gusta explicarme. Sólo me sueltan las drogas y aún así, siempre tengo un yo pequeñito, tocándome los cojones. Mi cerebro me odia, ha tomado la decisión de dejar de hablarme, porque le vuelvo loco y está harto. O soy yo la que estoy harta y a veces me gusta tentar a la suerte, a la muerte y a la puta sensación de miedo constante.
Y vuelvo a fumar y a cantar con furia...
La espalda arqueada y los labios jugando a emborronar con carmín este café que no lleva la cuenta.
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