lunes, 18 de noviembre de 2013

Aullidos ajenos pero tan cercanos...


Escribir escribe mucha gente.
Hacer que el la piel sea pasto de la más absoluta explosión de poros erizados,muy poca.
Esto que comparto lo escribe alguien que sólo tiene 20 años, que es intensidad pura y al que deseo la más prospera de las suertes.
Gracias por compartirlo conmigo, te debo una piel, amigo.
(El autor prefiere mantener su anonimato.)


Y es tan corto como duro de escribir. Pero es así, no doy para más.
Perdóname por haberte traído hasta aquí. Perdóname por haberte elegido como mi única salvación y esperanza. No puedo seguir viendo como la ilusión se deshilacha un poquito más cada día, tengo que romperla antes que soportar su agonía, que supongo, es la misma que la tuya. El querer y no poder. El poder de no querer. Llegado a este punto, no puedo pretender dejar de amarte de la noche a la mañana, pero sí ayudarte en la complicada tentativa de desgastar mi recuerdo. Por eso me estoy marchando poco a poco, por eso, lentamente, voy desapareciendo de todos los lugares en los que me venías buscando. Me lo has enseñado todo; la felicidad, el amor, el dolor, la amistad, los celos, el sexo, la belleza más pura, el rencor, el feliz recuerdo y el olvido, en carnes propias y ajenas. He procurado ahogar en ti todas las sensaciones negativas y ahora, tan adentro como las he empujado, no tengo energía para estirar el brazo y restaurarlas. Tampoco tiene sentido, ni lo mereces después de todo este tiempo. Es demasiado tarde. Yo lo he elegido. Sólo Yo. Siempre que me has negado tu cercanía he agachado la cabeza y coleccionado un silencio, sabedor de que no iba a rendirme ni a dejar que te salvaras. Simplemente callaba y sonreía porque sabía que el tiempo me daría la razón. En parte lo ha hecho alguna vez durante este año, pero no ha sido suficiente. Por mí le daría una vida entera de tiempo al tiempo, pero me la está acortando a velocidad de vértigo. Me estoy haciendo daño. Y no es algo de lo que deba nadie sentir lástima. No te estoy culpando. Es una llama que se va apagando y quema, pero uno se aferra tanto a lo poco que ha conocido y amado, que todo lo demás, aún siendo seguro y tranquilo, le resulta insuficiente. Pensándolo así, nadie puede albergar culpa en ello. Y menos tú, estáte tranquila. No he venido a recordarte las cosas que hiciste mal, porque ya te las perdoné, porque ya no sé cuáles son, porque sé que las buenas las triplicaron, y porque las he repartido todas a un cincuenta por ciento, así podemos estar en paz, siempre que tú sepas hacer lo mismo con las mías.
Si no crees que merezco tu perdón en lo que no he sido capaz de cumplir y piensas, aunque me esté dejando el corazón y la sinceridad en estas letras, que ésto es un ataque, una estrategia o un reproche, deja de leerme inmediatamente. Te doy una frase más para que lo pienses y escojas. Si has continuado leyéndome convencida de que no tengo ninguna mala intención hacia ti, decirte que es a ti a quién amo, no a la que cree que todavía me debe algo o yo se lo debo a ella. Es de ti de quien me enamoré y a quien me cuesta tanto renunciar. Aunque no aparezcas tan a menudo en el cuerpo que te acoge, eres igual de inabarcable que siempre. No desaparezcas jamás. Deja que se salven las otras personalidades, las de cuando estás ausente o enfadada, las que prefieren la droga al amor. Tú eres mejor que ellas, ellas en las que ni me fijo, eres la mía. ¡Ojalá sepas entender ésto! Si hoy no existes, te pido por favor, a ti, la personalidad que me lee, que se lo muestres a la mía cuando regrese. Y no pienses que tengo nada en tu contra, he aprendido a amaros a cada una de vosotras, pero sólo ese lado suyo, el oscuro de su corazón, le devolvió la luz al mío. Si después de todo, has continuado con la lectura de este rompecabezas de sentimientos mal redactado con la sensación de que quiero hacerte algún daño, úsalo en mi contra. Puede ayudar a convencerte de que es mejor no verme, de que siempre estuviste sola, de que no existí, de que todo fueron poemas baratos y chamullería. Ésto no es así y lo sabrás de grande, pero el rencor es la herramienta más útil para justificar el olvido. ¡Hasta yo he intentado aprovecharme de ello! Pero me ha resultado inútil, lo bueno siempre ha sobrepasado a la deuda con creces. Espero que a ti te sirva y que esto no te duela más que un pellizco o un pinchacito. Ya sé que es complicado. Pero si no hay alternativa, crea una mala imagen hambrienta en tu recuerdo y aliméntala con cada palabra mía que leas, con cada beso que recuerdes. Y sobretodo, no busques mi mirada en otros ojos. Mi mirada (la que tu conoces) sólo existe en mí contigo. Ahí fuera hay muchas otras dispuestas a intentarlo. No las compares ni les pidas lo que a mí. Ni mejores ni peores, sólo diferentes. Que no paguen ellas mis errores, igual que yo no quise pagar los de las que precedieron a la mía. Aprende a amarlas porque son únicas e hijas de la vida, como las nuestras, y eso es ya suficiente razón para que les des la oportunidad que a mí me diste. A través de tu mente conocí la felicidad en su máxima juventud. Ninguna vez será como la primera, serán todas eternamente mejores. Malditos abriles que nos separan. Maldita la primera vez que te supliqué. Malditas tus lágrimas y las mías. Maldito el silencio de nuestros enfados. Maldita canción que preferiste bailar sola. Maldito Mayo lluvioso en el que bailabas y yo deseaba aprender a odiarte. Maldito yo por llevarte hasta ese punto. El punto de no retorno. Ojalá lo hubiera aceptado sin preguntar. Ojalá hubieras sabido contarme exactamente lo que sentías, razonar tus decisiones sin medias tintas... Pero te comprendo, es imposible hablar conmigo sin que le de la vuelta a tus pretensiones iniciales, sin ser un abogado continuo de los destinos y los sueños imposibles... Sé que muchas veces has querido sentarme para hablar de la verdadera razón de todo ésto, para enseñarme la crudeza de nuestra situación, y sé que siempre he silbado y mirado a otro lado. Ahora, tanto tiempo después, no es necesario que lo hagas. Prefiero no saberlo. Sea lo que sea lo acepto y te hago saber que para mí, todas tus razones son válidas, por ínfimas o extrañas que sean. Que aunque no sepas cómo has llegado a este punto, o por qué perdió el color tu amor sobre el mío, no importa. Me podría haber pasado a mí, y créeme, no lo hubiera hecho mejor que tú. Espero que no me recuerdes mientras dure este calor, la euforia del verano y la juventud, y que cuando llegue el invierno y las noches lluviosas, ya tengas con qué rellenar el vacío y apaciguar el dolor. Estate siempre. Yo me voy a quedar.
Aquí te va, es algo largo, pero no se hace pesado. Gracias por leerlo:
Seguimos el camino que nos dictó la película. Vivimos el amor poético. La segunda parte ya la improvisaremos. Le cambiaremos el final. De momento somos invencibles, juntos o alejados. Todo ésto no son más que palabras. Algún día les encontrarás el sentido a todas y cada una, te lo aseguro. Es disparatado pero creo que le estoy escribiendo a tu Yo de aquí a diez años. Tal vez, en los tiempos venideros se te asigne este rol mío en alguna relación. No es más complicado que el tuyo, desde luego, así que no debes preocuparte por ello. Creo que lo importante a hacer en estos casos es ofrecer a la otra persona (tú en este caso) la confianza y la certeza de que se la deja en total y absoluta libertad. LIBRE. Si no se hace así es muy complicado que esa persona no acumule algo de culpa propia y la transforme en rencor ajeno. Ahora ya no hay nada que perder, está todo por reconstruir. No viertas más lágrimas en este pozo, no te ahogues. Escapa volando. Vuelve con los pájaros, que son tus hermanos, y no pienses más en estos versos. Ni en los de ayer. Sé libre porque libre te quiero. Libre y feliz. No importa lo lejos que te sienta mientras sepa de tu felicidad. Sólo procura dejar de pensar. Si me nombran, no les escuches. No soy ese del que hablan. No vuelvas a los lugares en los que fuimos felices sin mí, porque se vuelven fríos y vacíos cuando el otro falta. Y sobretodo sonríe y no olvides jamás la estima que te tengo. Quédate en el cielo, no bajes más aquí. No entres a releer, no alimentes los dolores.
Ahora recuerdo aquella frase que escribí. “Siempre fuiste capaz de todo, incluso de dejar que me rindiera”. De lo primero estoy seguro. De la segunda parte, no estoy en absoluto convencido. Allá donde vaya dejaré un rastro de migas. Serán sólo migas, ni súplica ni obligación. El día que me necesites, para lo que sea, tendrás mi brazo tendido, mis ojos y hasta un riñón. Lo que precises. Porque después de todo yo te llevé a la Luna, pero tú me has regalado el Sol.


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