lunes, 27 de enero de 2014
La última que apague esas cuchillas.
Va a tener que ser esta, la única y solemne despedida...
y que este temblor no termine en miseria, por favor.
Que de ti sé poco y casi todo me gusta,
que no digo nada si no lo siento
y a ti te he sentido y eso ni las facetas tristes
van a hacerlo polvo.
Que no siempre he sido tan borracha de unos besos
y mi espalda no se eriza por cualquiera...
Tal vez el mar era mi casa
pero nadar se volvió anhelo
y me dejé flotar.
¡Maldita pasión desconfigurada!
Esos tacones de altura mediocre que de gangrena
tejen visiones y conmueven al ladrón de medias.
Desvisto con sal la decadente madrugada
y a paso firme y fundido a púrpura
que ya fue y nunca debió haber sido... o fue y era agonía ya su vuelo.
Hundir barquitos en los que tu corazón aun boquea
y no quiera la espina terminar a gritos
en aquella garganta honda
que va de luto en la procesión de las almas que desistieron.
Te vas y te me vas yendo...
pero ¿ qué importa?
ya te tejí un cuarto lleno de abrazos en mi memoria.
Y que te quede al menos la presunta certeza
de que en otro precipicio, si que cogiste mi mano
y no derrapaste... que me cogí de tu condenada espalda
y fui feliz quizás un segundo.
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