sábado, 8 de junio de 2013

Arena y principios.




Hay atardeceres en los que no se respirar.
EL vendaval arrecia entre mis senos
y el alcohol
hace dulces estragos en mi memoria.

La sombría condena de mi conciencia
agita las estrellas de mi boca.
Y arden plenos los ríos de agotadas aguas
que inundan mi piel.

No desisto por la pena
no maldigo por el odio.
Sólo llanto y llanto...
por la falta de locura.

Y temblando en la lejanía,
el terror febril de la ausencia,
la maldita frase hecha
que carcome este desierto.

Más tarde seguirá lloviendo
no habrá sol que derrita este aguacero...
el mar, mientras, sonríe y me espera
como un amante ávido de mi cuerpo.

Me espera
y sopla su sal entre mis piernas...
destilan de repente.
en aparente contradicción
un licor pletórico que hace expirar las muertes
que la vida me brindó.

No estoy cuerda, no calculo
sólo paseo mi semblante
dejándolo al fin respirar.

Encuentro sombras de estío
hirviendo en esta primavera gastada.

No sé, un sonido que sonríe
se ha instalado en la meseta
y me arrastra a los confines
de una extenuada existencia
que aun está por llegar.

(Batiendo las alas en rumor de despedida.)

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