martes, 18 de junio de 2013
Mi pecera.
Cuando quería morir
me daba igual el mundo .
No pensaba que mi muerte
le hiciera daño a nadie .
Egoísta en mi pecera
permitiendo enturbiarse el agua
no dejando que nadie la cambiase.
Cuentan los soles
que no había mirada en la ciudad
más triste que la mía.
Valiéndome del polvo
iba gris y sombría
mirando al suelo
y el suelo, lloraba .
Perdí el tacto en cualquier bar
a base de uvas
pisadas con gritos
que nadie oía.
Y las mañanas eran arena.
Vivía insensata en un mar
sin olas , sin ruido...
pero plagado de sal.
Los sonidos sólo eran eco
ecos de la nada que
tenía su cuartel
colgado en mis pestañas.
Tomar el camino incorrecto
era costumbre.
Temer a la cercanía de cualquiera
mi ley y mi rutina.
Y habría muerto...
de no ser por luces aisladas
que herían la niebla.
Dicen que la curiosidad
mato al gato
a mi, me salvó.
Que si estoy aquí todavía
es porque siempre
espero un día más
no vaya a ser
que me pierda lo que está por venir.
Aun a lágrimas
aparece la muerta a visitarme
pero sólo viene
a tomar unas copas
y a hablar de los viejos tiempos
a recordarme que la próxima vez
que vuelva puede ser
la última.
Y que esta vez,
acudirá sin ser llamada.
La vida me da tequila
cuando mi derrota
se vuelve espesa.
No me voy a rendir
aunque sólo sea por curiosear
el mañana.
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAy...Sara !!! Y ya no puedo añadir nada más, torpe de mí. Amor.
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