viernes, 7 de junio de 2013

Luces negras.



Hay animales que no dejan de reptar...
Todo se crece y se vuelve amargo
cuando menos lo esperas.

No siento nostalgia,no me arrepiento.
Entonces ¿por qué mi pecho se rompe?
¿Por qué no soporto los lugares,
los instantes?

Que las malditas luces se encienden
parpadean y me arrastran
hacia mi memoria.
Y recuerdo gestos, mentiras...
Y el puto universo es pequeño
para explicar
todo lo que el dolor me grita.

A veces dejar de respirar
me parece una opción correcta.

Maldigo la letanía del exceso
porque es en su exceso donde perdí.

Me siento como un perro apaleado
que a veces baja la mirada,
mira al suelo y teme con locura
levantar la vista 
y encontrase con un golpe más.

¡Por qué dime, por qué he de confiar
en nadie, en nada?

Lo único que me queda
son las lágrimas...

Las amapolas tristes de mi pecho
como haciendas secas
en las que nunca
se apaga la sed.

Territorios que los mapas olvidaron
en algún desván.

Aun cuando estoy muerta,
en los instantes de mi ataúd
mi corazón vibra.
Latidos rebeldes
frente a las barricadas
que se pretendían fuertes.

¡Y qué más da que llueva!
Vamos a despertar verbenas
ahora que las luces se apagan.
Desertemos del anciano canto de sirenas...

Al birlarle el rubor al verano,
hacemos estaciones nuevas
sin desalientos
sin otro final
que el ronco grito 
del deseo.

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